Razones para hacer el Camino - 1ª parte Camino Francés

¿Cuales son los motivos para hacer el Camino?. ¿Por qué lleva el Camino unos 1000 años? ¿Y por qué durará otros tantos, por lo menos? Cada vez son más los peregrinos que nos sumamos a esta experiencia. Me cuentan que en 1977 eran únicamente trece(!) los que arribaban al Pórtico de la Gloria, hoy día somos varios miles al año los que coronamos el Monte do Gozo, que se alza a las puertas de Compostela, ese campo de estrellas, Campus Stellæ, alcanzado después de tanto esfuerzo físico. ¿Hay una vuelta a la espiritualidad o es que la gente no sabe qué hacer en vacaciones y se enrola en cualquier ruta que se le da ya planificada? Para gastar el tiempo de ocio hay planes mucho más brillantes o complacientes. Y sin embargo, algo tiene ese divino trazo de flechas amarillas que van pintando la geografía española desde los Pirineos hasta Santiago. Son esas flechas las que, como las piedrecillas de Pulgarcito, señalan el sendero y permiten que uno no se pierda, aunque a veces ocurra, son esas las verdaderas estrellas de la tierra, que como en un espejo se miran en las del cielo para acompañar al peregrino durante todo el viaje. Sobre todo cuando de madrugada empiezas tu andadura aún en la oscuridad. Cada uno tiene su, sus, motivos. Ninguna otra ciudad o paisaje del mundo tiene toda una constelación a su servicio, la Vía Láctea y ningún plan de veraneo, incluso el de irse a recorrer la sabana africana con los masáis, aúna tan intensamente la tradición milenaria con la actualidad de la experiencia personal. Haciendo el Camino de Santiago uno se siente el eslabón minúsculo y anónimo de una cadena histórica y humana, y deja de ser ese individuo narcisista y autosuficiente, que acostumbra, en su entorno habitual, a mirarse el ombligo y a creerse el centro del universo o a sentir lástima de sí mismo por no ver cumplidos sus sueños. En esta aventura no se puede ir de Indiana Jones, en plan campeón, buscando una autorrealización convencional; no, aquí la heroicidad no pasa por el estréllate. No valen presumir de distancias recorridas ni días, el Camino es mucho más que eso, y la exploración interior viaja en otras direcciones, muchas veces ni tienes conciencia de lo que estas haciendo, andas y andas como Forrest Gump. El peregrino, andando, pierde algunas de sus raíces, entre otras, las de la soberbia, la noción del tiempo y el propio yo. Y eso es, aunque en principio pueda parecer extraño, algo irrepetible. Conforme vas cubriendo etapas, subiendo montes y cruzando puentes, las flechas amarillas te van contando que ese camino ya lo hicieron otros hace siglos, y que otros que antes que tú pisaron esas piedras y ese polvo, y bebieron de esas fuentes de agua perfecta. De nada te vale ser Fulano de Tal, tus apellidos, tu familia, tu dinero, tu profesión, tu patrimonio de nada te vale cuando nadie te conoce, ni las aguas de los ríos saben de tu curriculum. Lo que importa de pronto es lo otro, lo que se diferencia de ti, lo que ves, y no tú mismo. Y la humildad te hace grande, curiosamente, porque hace grande -la amplifica y la enriquece— tu propia mirada. Los delirios de grandeza quedan tras, por ejemplo, ante la Catedral de Burgos, frente a la cual te diluyes hecho una hormiga, o ante el monasterio de Samos orgulloso recuerdo de un gran pasado, donde celebras tu ninguneidad, pues sólo desde el anonimato del presente, sintiéndote pequeño y tembloroso ciudadano del universo, puedes reconstruir tu propia historia y puedes permitirte abjurar de una impuesta herencia que coarta tu necesidad de crear nuevos caminos. Ser importante es ¡tantas veces! cansado, y una carga que en este Camino puedes dejar atrás en tu propio beneficio «Aquí no eres nadie. Es cierto, pero a cambio eres lo que tú quieras ser» Todos nos saludamos igual:”¡ Buen Camino!”, sin importar nuestro idioma original. Antiguamente, según me cuentan: !Ultreia¡ exclamación o grito de aliento que los peregrinos a Santiago se daban, gozosos, unos a otros y que puede traducirse por la exclamación ¡Siempre adelante!. No todos lo hacen. Hay peregrinos que intentaban hacer valer su nombre y su estatus para obtener prebendas de trato y mayores comodidades. Peregrinos “ful” con coche de apoyo para llegar antes a los saturados albergues. En el Camino todos somos iguales, médicos, mecánicos u oficinistas, el mejor es quien mejores y más fuertes pies tiene, si nos ponemos literalmente prácticos. Y muchas veces ese resabio de soberbia no es sino síntoma de inseguridad, y la exigencia con que algunos tratan a los demás es una forma de autocastigo y de distanciamiento, de impotencia por no saber relacionarse con los otros desde la igualdad.. Es una barrera inútil e incómoda con que se blindan para no sentir. En los albergues no cuenta tu visa oro, y los hay que dejan su mal recuerdo protestando por un servicio que es humilde porque es gratuito y se sostiene de los donativos de quienes pasan por allí, y el desinteresado acogimiento de hospitaleros que pasan sus vacaciones ayudando al caminante, intercambiar experiencias con otro peregrinos desconocidos. Siempre al final un generoso detalle: una explicación, una orientación, una petición.... Conocer a Victoria, la simpar hospitalera de Tardajos, cerquita de Burgos.. El bordón te identifica con ese peregrino desconocido Si buscas lujos no vayas al Camino, vete por tu camino. Vete a Cancún o a París, a los hoteles caros, donde te sientes alguien porque tu suite tiene jacuzzi. Aquí el colchón es parco, el agua muchas veces fría, y conviene que limpies con la fregona el agua que salpicaste al ducharte. Aquí no eres nadie, es cierto, pero a cambio eres lo que tú quieras ser. Abandonar tu identidad y cambiarte de piel por unos días. Cada día conoces a nuevos compañeros de andadura, en ocasiones los vuelves a encontrar, otras ya no sabrás nada de ellos, como tú hacen el camino al andar, las manos libres para, olvidándote de alcurnia o de categoría, averiguar quién somos realmente. Recuperar tus raíces, las que llevas escondidas y machacadas pero son las más legítimas. Son las que en Calzadilla de la Cueza, en Villafranca del Bierzo, en Santo Domingo de la Calzada, y sobre todo en O Cebreiro, te hablan de otra especie de soberbia. Las piedras del románico, el arte que sigue en pie, y esa piedra que tiras al pie de la Cruz de Ferro en Foncebadón, encontrándote en el descenso del puerto, camino ya del Acebo en Majarín con Tomás, autodenominado “el último templario, los campos cultivados por los amarillos páramos de Castilla-León, los puentes como los de Carrión de los Condes u Órbigo y las sendas marcadas, entre trigales, páramos, bosques de robles, castaños y nogales, te cuentan que eres, por humano y por constructor y por artista, el más grande de los grandes. Esa es la soberbia de tu humildad. Vivir con lo necesario. Recuerda siempre que es más importante ser que tener. Debemos aprender vivir con poco, descubrir que en la vida son necesarias pocas cosas y que nuestra riqueza está en nuestro interior. El Camino se acaba y continúa el Camino de la vida. y se sigue pensado en volver y seguirse enriqueciendo física, moral y/o espiritualmente El Camino se acaba y continúa el Camino de la vida. y se sigue pensado en volver y seguirse enriqueciendo física, moral y/o espiritualmente.